domingo, 11 de octubre de 2015

El Interesante Tema de los Asesores Políticos


Un candidato a un cargo gubernamental, hoy, recurre a un asesor. Asesor tanto de imagen, de estrategia electoral, de campaña publicitaria, etc.
El asesor, generalmente extranjero, le dice –o le sugiere- al candidato, Lo que tiene que hacer, lo que no tiene que hacer, lo que tiene que decir, lo que no tiene que decir, las palabras a usar, las palabras a no usar, como vestir, como no vestir, actos y gestos y mucho más; o sea que lo transforma en función de un diseño más apropiado.
Verdades que se desprenden.
El asesor sabe más que el candidato, En esto no hay discusión, por eso se lo contrata, y por ende le da clases, lo asesora.
El asesor sugiere al candidato, cuestiones que el asesorado sabe y acepta, sabe y no acepta,  no sabe y no acepta,  no sabe y acepta a regañadientes en función de mejorar su imagen o tener un buen resultado electoral.
El candidato asesorado - y tuneado -, ya no es el mismo, es otra persona.
Además
El asesor es extranjero:. Los asesores en su gran mayoría son extranjeros. Probablemente por el viejo adagio bíblico: “Nadie es profeta en su tierra”, que si necesitamos uno creíble, tendremos que buscarlo en el extranjero.
En realidad, no creo que un Norteamericano, hondureño, guatemalteco, ecuatoriano, ruso, chipriota, francés, de las Islas maldivas, etc., pueda saber más de argentina, o cómo actuar correctamente en ella, que un argentino educado; Como tampoco creo, a modo de ejemplo, que un argentino sepa más de Bogotá, que un colombiano educado.
Pero concluyendo sobre este tópico: no me preocupa que el asesor sea extranjero, lejos de mí el chauvinismo; solo me lleva el sentido común a una conclusión práctica: si creyera que un asesor, y más si es extranjero, podría ser la respuesta a todas nuestras desgracias, defendería su asesoramiento, pensaría en contratarlos para que nos administren, y hasta pondría una foto suya en mi mesita de luz.
El asesor es un gran filósofo: Sabe de Aristóteles, de Platón, de Jacques Lacan, de Jean-Paul Sartre, de Giordano Bruno, de Bertrand Russell, de Karl Popper, y además tiene muchas frases hechas para cada ocasión.
El asesor habla con otros asesores, de candidatos competidores, vaya a saber porque y para que, quizás para acordar líneas y códigos.
El asesor habla con los candidatos competidores: Aconsejándoles muchas veces para su “propio bien” que bajen su candidatura.
El asesor asesora candidatos en varios países: es una especie de gurú o maestro, pero de la política.
Mi posición al respecto
Un candidato a un cargo político de envergadura, debe conocer a país, a su pueblo, y por lo tanto saber claramente que sucede, intuir lo que sucederá, que hacer en consecuencia, que gestionar, que decir, como decirlo, que no decir… porque si no es así realmente su problema sería grave, muy grave, y más que grave para él; dado que los idiotas son totalmente inconscientes; grave para todos nosotros.
Asesores en la historia
¿Se imagina a Alejandro Magno, Julio Cesar, Napoleón, Winston Churchill, Konrad Adenauer, Nelson Mandela, Fidel Castro, Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios, Juan Domingo Perón, pudieran haber tenido asesores?; no los tenían, porque ellos mismos eran luz, guía, pensamiento y acción.
Es cierto que vivimos en otros tiempos, y que cierta cosmética no viene mal; pero cuando la cosmética oculta la fealdad, o disfraza la verdad, poniéndole una máscara de sabiduría a un incapaz, no es bueno.
También es cierto que hubo celebres asesores o educadores en la historia, excepcionales o por razones específicas, como por ejemplo: Que Alejandro fue educado de muy joven por Aristóteles, Nerón por Seneca, Lorenzo de Medici, de alguna manera fue aconsejado por Nicolo Maquiavelo, Luis XIII tenía al cardenal Richelieu, Nicolás II Romanov a Rasputín, Richard Nixon a Henry Kissinger, por recordar a algunos; pero en la realidad, los más notables hombres de la historia, buenos y malos, no tenían ni aceptaban consejeros ni asesores. Ejemplo de ello lo son Aníbal Barca, Flavio Aecio, Ricardo Corazón de León, Saladino, Kublai Kan, Napoleón Bonaparte, José de San Martín, Hipólito Yrigoyen. La personalidad de cada uno de ellos lo explica claramente; ergo un líder con gran personalidad reniega de asesores y adulones.
Un buen líder tiene un buen equipo de trabajo y eso bastará.
Entrando en la esfera de nuestro país y en nuestro tiempo, ocurre que la escena política nacional, hoy, sugiere que estamos finalmente en medio de una contienda entre asesores, que ahora tienen más prensa casi que los propios candidatos, y cuyo objetivo no es el bienestar de los argentinos, sino sumar prestigio para ganar más asesoramientos y más dinero.
No creo que esté mal la opinión de una persona de habilidades especiales en determinados menesteres, pero solo una opinión, y no un asesoramiento costoso e inútil.
Porque digo INÚTIL: Porque todos los personajes que asesoran a nuestros candidatos, todos, tienen en sus alforjas más metidas de pata que éxitos.
Si juzgo a los asesores por las campañas de sus asesorados, imágenes, mensajes y resultados, yo diría que la mayoría son muy malos, y que a algunos habría que excomulgarlos de la política.
Es muy interesante analizar la trayectoria de renombrados asesores, como Duran Barba, Roberto Zapata, James Carville, Sergio Bendixen, Antonio Solá, David Axelrod, Ernesto Laclau. Genios de confusa genialidad, y que su única habilidad a mi juicio ha sido la de embaucar a nuestros inocentes (eufemísticamente hablando) compatriotas.
Pero la culpa no la tiene el contratado, sino quien lo contrata, que paga caro por un burro creyendo que es un corcel.
¿Cuál es el sentido de contratar a un asesor?... sentido, en realidad, no tiene ninguno.
Quizá son una moda, como los psiquiatras en los 70.






























martes, 6 de octubre de 2015

Postales

Las noticias: Crónica de una desaparición

(Ficción, tal vez)

La familia había desaparecido; sin dejar ningún rastro.

Primero apareció la noticia con el típico anticipo a toda orquesta, y en rojo vivo. En el noticiero, el toque de trompetas anticipaba que algo grande había sucedido, y lo anunciaban con gran despliegue de sonoridad y color.

Una familia, formada por cuatro personas; un matrimonio con dos hijos menores; había iniciado un viaje en ocasión de disponer unos días de vacaciones y se dirigían desde su casa cita en una ciudad de la Provincia de Buenos Aires, con destino a la provincia de Córdoba, previa visita a algunos familiares para hacer noche en Rosario. No había llegado a Rosario y sus familiares luego de un tiempo prudencial de espera dieron la voz de alarma.

El conductor del programa; agregando más elixir dramático a lo ya naturalmente dramático, había dado la noticia con gran solemnidad, un poco de exaltación y creo yo que algo de sadismo expreso.

Los policías entrevistados con su lenguaje formal y repetitivo que aleja a los seres vivos de la realidad y lo transforman en entes impersonales, habían repetido la fórmula: “Una familia formada por cuatro personas ha desaparecido en circunstancias….policía se hizo presente en lugar… se procede a realizar las tareas pertinentes… tramita la causa el fiscal, y el juez…nada más que agregar… a efecto de no intervenir con el secreto sumarial…”

Luego de varios días de afanosa búsqueda, la policía aseguraba que habiendo rastreado concienzudamente la ruta escogida por la familia desaparecida, según informes brindados por familiares y amigos, no habían encontrado rastros de ningún tipo.

Se hicieron investigaciones sesudas sobre el perfil psicológico del padre de la familia, luego de su esposa, y comenzaron las especulaciones más sórdidas; y hasta algún vecino refirió que la esposa podría tener un amante y que daba por cierto el rumor de que el padre la había descubierto.

Un periodista especializado había agregado que tenían información de que el jefe de la familia, el padre, habría comprado una pistola de grueso calibre antes de partir; otro aseguraba que la cámara que había registrado la foto en un par de peajes mostraba a la esposa con cara de terror como queriendo decir algo, que hasta algunos aseguraban que estaba pidiendo auxilio; y otros vieron en el rostro del hombre con la ira reflejada y la decisión homicida.

En los distintos medios se aventuraba la hipótesis de un crimen pasional se estaba por descubrir, y hasta tenían el móvil, los perfiles psicológicos de todos y de cada uno de los miembros de la familia la manera, el arma utilizada, o a utilizar.

Una marquesina enorme de intelectuales y expertos fueron consultados y llenó casi todos los espacios periodísticos. Cientos de pensadores, criminólogos, sociólogos, psiquiatras, políticos, etc. todos con razonamientos muy sesudos aparecieron en escena, volcando opinión sobre lo que se consideraba una tragedia en ciernes o inminente, y que luego de la certera deducción, solo se esperaba la certera comprobación.

La madre del padre de familia, única defensora, aseguró en era una familia normal que tomaba vacaciones; y todos la miraban socarronamente desde lo más alto del pulpito de los entrevistadores, duchos en estas faenas, con grandes habilidades para detectar la mentira.

Todo el país es vilo, todo el país atento.

El patíbulo había sido levantado. en el centro de las conciencias vigorosamente construidas con duros adoquines de moral.

Luego de varios días de angustiosa espera; la familia fue encontrada.

Habían tenido un horrible accidente, quedando el auto a metros de la ruta, cubierto por los árboles y el yuyal, todos habían muerto. Si, Había sido un accidente…

Después de tamaño papelón…

Nadie se disculpó.

Nadie.

Nadie pidió perdón

Nadie.

Ni la policía por su impericia para rastrearlos, ni los periodistas por sus atrevidas y obscenas afirmaciones, ni los expertos, ni los vecinos, ni lo televidentes, tanto los sensatos por su inocencia como los prejuiciosos, que tienden a aferrarse y asegurar placenteramente la peor calamidad. Todo fue olvidado en cuestión de segundos.

El homicidio era noticia, el accidente algo menos, mucho menos.

El patíbulo fue desarmado sigilosamente, sin color, sin ruido y sin pompa.

Yo me quedé congelado cuando descubrieron el accidente; porque había pensado tal cual los demás, tal cual los periodistas, tal cual los expertos, tal cual los televidentes; según el procedimiento habitual, puntillosamente malicioso.

Me imaginaba a mí mismo desapareciendo tras un accidente con mi mujer y mis hijos, y una comunidad analizando entonces mi vida, y las razones para desaparecer, según los juicios más sesudos. Me imagino si le ocurriese a alguno de mis amigos, que tienen la vida bastante enredada.

La familia del relato había sido vilipendiada durante varios días. Mi angustia me sobrevino al descubrirme, por lo que pensaba y por lo que esperaba. Aún me dura esa perturbación.

viernes, 2 de octubre de 2015

AVENTURAS EN LA CIUDAD

La cola en el Cine

Me enferman las colas y todo tipo de espera, Me enferman, y soy un cavernícola pero no puedo evitarlo; sin embargo aquel día… En la boletería de aquel cine se habían agolpado y se empujaban unos a otros como si estuvieran repartiendo los últimos alimentos en una ciudad sitiada, y un señor con un desgastado traje marrón trataba de poner algo de orden, con poco talento o con poca convicción dado que el caos continuaba y se incrementaba por momentos. Por un extraño sortilegio; yo que empezaba a protestar; me vi levantado por la pequeña marea humana, que me desplazo limpiamente hacia adelante instalándome frente al taquillero que me miraba extrañado como si hubiera llegado del cosmos.
La siguiente cola, ya para entrar al cine me pareció de lo más entretenida: es más, me hubiera gustado que hubiera se hubiera demorado un poco más el ingreso.
Detrás mío había una señora madura que le estaba explicando por teléfono a su hijo, como hacer una ensalada de atún con lechuga mantecosa, en el mientras tanto y que a su regreso podrían pedir una piza; pero lo más interesante era imaginar el dialogo teniendo solamente la mitad del mismo, y sesgado además por la mujer que se entrecortaba permanentemente, interrumpida por un imaginario o imaginaria adolescente intransigente a la hora de hacer ensaladas, que quizás no estaba dispuesto a meterse en semejantes complicaciones, que no hay nada más riesgoso que abrir una lata de atún y volcarla sobre unas hojas de lechuga,  que además hay que lavar previamente, que bien le podría haber dejado algo hecho, hasta finalmente terminar afirmando a su interlocutor que las aceitunas iban bien, pero que ni se le ocurriera ponerle los fideos que habían quedado del medio día, que eso no combinaba ni a martillazos. Delante de mí un señor con cara de “miren a este intelectual hecho y derecho”; le explicaba a su acompañante femenina que lo miraba embobada como si el mismísimo Woody Allen, director de la película que íbamos a ver le estuviera explicando las razones y sinrazones de la película. No pude evitar escuchar atentamente ambas conversaciones: la de atrás con su parte imaginaria no menos interesante que la de adelante por su profundo contenido filosófico, psicológico, cultural donde se entremezclaban Lacan con Freud, Benedetto Croce y Peter Capusoto. El hombre aseguraba a su pareja, que no estaba pidiendo que le aseguraran nada, sobre la notable influencia de Fritz Lang sobre Woody Allen y de Woody Allen sobre Leopoldo Torre Nilson. A Fritz Lang no lo tenía bien medido, más allá de su Metrópolis, motivo de mis alardeos juveniles; y La influencia de Allen sobre nuestro bien amado Torre Nilson me hacía mucho ruido, de manera que al regresar a mi casa y recordando en detalle la conversación comprobé buscando en todos los recovecos de internet que a W. Allen no le interesaba Fritz Lang más allá de alguna admiración y Torre Nilson estaba más lejos que Ganimedes (metáfora de espacio – tiempo), de ser influenciado por el famoso comediante norteamericano. Estaba muy buena la cola del cine; es más, la próxima vez voy a ir a una cola sin entrar a ver la función, en cualquier espectáculo; es mejor la tribuna que la cancha.


CUENTOS PARA SER CONTADOS: LA GALLEGA

La Gallega (O la Santa María) Raúl Simoncini Relato —Así como lo cuento —dijo el viejo limpiándose las manos en su camisa y después tomar un...