miércoles, 5 de octubre de 2016

Mujeres en el Subterráneo

Una joven de no más de 20 años ingresó al coche del subte de la línea D, a las 17:30 ms. Llevaba una criatura de meses en brazos. Nadie dio importancia al asunto y nadie en ese momento hizo lugar para que la joven pudiera desplazarse. Otra joven advierte la escena, se levanta como empujada por un resorte y la invita a ocupar su asiento; otras dos mujeres también jóvenes se habían levantado casi simultáneamente a la primera. Los caballeros de todas las edades, ni mutis por el foro.
Viajo infrecuentemente en el subterráneo de la ciudad de Buenos Aires, y cada vez que lo hago observo con atención el fenómeno del comportamiento humano que no deja de sorprenderme; y uno de ellos en particular, es el de la “caballerosidad” de las mujeres.
El subterráneo debe ser el medio de transporte más eficaz en las grandes ciudades, y en Buenos Aires no es diferente, por que a mi criterio es sumamente rápido, ágil y barato; aunque tiene el inconveniente de que por esta razón y otras, siempre esta atestado de gente.
Los usuarios, jóvenes en su gran mayoría, se despliegan en los espacios limitados, como pueden, y estén donde estén se sumergen en su Smartphone con gran habilidad, ignorando el universo inmediato que lo acompaña. En general la indiferencia por el transitorio compañero de viaje se nota con claridad, y ese submundo urbano en movimiento no hace más que repetir allí abajo, las costumbres o la cultura de una ciudad compleja y agobiada.  Los hombres, en general, no se mosquean ni ceden su lugar ante la presencia de alguien que necesita viajar sentado por las razones que fueran. Yo fiel a mis ancestrales y bien adoquinadas costumbres, y a la educación recibida, cedo mi asiento ante mujeres, o personas mayores, y obviamente ante toda persona que necesite de mi solidaridad, no me cabe en la cabeza (por ejemplo) una mujer parada frente a mi y yo sentado; aunque confieso que por hacerlo me he sentido como una especie de Neanderthal en un mundo de Homo Sapiens.
Las mujeres en general, y en particular las mas jóvenes son las que aún reaccionan ante la necesidad de los demás, y es repetitivo y notorio, tanto que me hace pensar que lo que he visto no es una singularidad sino algo instalado y estructural. Sin dudarlo son las primeras que se levantan y ceden su asiento cuando alguien mayor, o mujeres con bebes o criaturas a cuestas, o personas con discapacidad, aparece en el vagón.  Los hombres, refiriéndome con ello a los varones, parece que han sufrido un retroceso cultural y social  que los ha hecho impermeables a estas tan buenas costumbres.
No me he metido por no ser tema de este capitulo a el tratamiento denigrante de algunos hombres sobre las mujeres, como el acoso, el roce, el vulgarmente conocido roce, denominado por las voces populares como “apoyo”, llevándolos además a un primitivismo desconocido.

Muchachos…¿que les ha pasado?; que tren atropello su humanidad. “El mundo esta cambiando, y cambiara más” cantaban Los Iracundos, y ese cambio es dulce y amargo; a veces mas amargo que dulce. Me entristece que los hombres hayan perdido sensibilidad, solidaridad ante el menos posibilitado y también por que no decirlo, que no queden restos en ellos de delicadeza y elegancia que demás no esta. 

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