viernes, 2 de octubre de 2015

AVENTURAS EN LA CIUDAD

La cola en el Cine

Me enferman las colas y todo tipo de espera, Me enferman, y soy un cavernícola pero no puedo evitarlo; sin embargo aquel día… En la boletería de aquel cine se habían agolpado y se empujaban unos a otros como si estuvieran repartiendo los últimos alimentos en una ciudad sitiada, y un señor con un desgastado traje marrón trataba de poner algo de orden, con poco talento o con poca convicción dado que el caos continuaba y se incrementaba por momentos. Por un extraño sortilegio; yo que empezaba a protestar; me vi levantado por la pequeña marea humana, que me desplazo limpiamente hacia adelante instalándome frente al taquillero que me miraba extrañado como si hubiera llegado del cosmos.
La siguiente cola, ya para entrar al cine me pareció de lo más entretenida: es más, me hubiera gustado que hubiera se hubiera demorado un poco más el ingreso.
Detrás mío había una señora madura que le estaba explicando por teléfono a su hijo, como hacer una ensalada de atún con lechuga mantecosa, en el mientras tanto y que a su regreso podrían pedir una piza; pero lo más interesante era imaginar el dialogo teniendo solamente la mitad del mismo, y sesgado además por la mujer que se entrecortaba permanentemente, interrumpida por un imaginario o imaginaria adolescente intransigente a la hora de hacer ensaladas, que quizás no estaba dispuesto a meterse en semejantes complicaciones, que no hay nada más riesgoso que abrir una lata de atún y volcarla sobre unas hojas de lechuga,  que además hay que lavar previamente, que bien le podría haber dejado algo hecho, hasta finalmente terminar afirmando a su interlocutor que las aceitunas iban bien, pero que ni se le ocurriera ponerle los fideos que habían quedado del medio día, que eso no combinaba ni a martillazos. Delante de mí un señor con cara de “miren a este intelectual hecho y derecho”; le explicaba a su acompañante femenina que lo miraba embobada como si el mismísimo Woody Allen, director de la película que íbamos a ver le estuviera explicando las razones y sinrazones de la película. No pude evitar escuchar atentamente ambas conversaciones: la de atrás con su parte imaginaria no menos interesante que la de adelante por su profundo contenido filosófico, psicológico, cultural donde se entremezclaban Lacan con Freud, Benedetto Croce y Peter Capusoto. El hombre aseguraba a su pareja, que no estaba pidiendo que le aseguraran nada, sobre la notable influencia de Fritz Lang sobre Woody Allen y de Woody Allen sobre Leopoldo Torre Nilson. A Fritz Lang no lo tenía bien medido, más allá de su Metrópolis, motivo de mis alardeos juveniles; y La influencia de Allen sobre nuestro bien amado Torre Nilson me hacía mucho ruido, de manera que al regresar a mi casa y recordando en detalle la conversación comprobé buscando en todos los recovecos de internet que a W. Allen no le interesaba Fritz Lang más allá de alguna admiración y Torre Nilson estaba más lejos que Ganimedes (metáfora de espacio – tiempo), de ser influenciado por el famoso comediante norteamericano. Estaba muy buena la cola del cine; es más, la próxima vez voy a ir a una cola sin entrar a ver la función, en cualquier espectáculo; es mejor la tribuna que la cancha.


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